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| Rebeca, Alfred Hitchcock, 1940 |
Es complicado desde la perspectiva actual hablar sobre
Rebecca, la fabulosa novela de Daphne Du Maurier publicada en 1938 y adaptada por Alfred Hitchcock para la gran pantalla (Oscar a la mejor película en 1940). Aunque no
hayamos conseguido la igualdad de géneros, desde luego las cosas han cambiado
bastante desde los años 30. Aún así, creo que vale la pena dedicar un post a
una de las relaciones románticas más tóxicas de la literatura.
Rebecca es la historia de una muchacha sin posibles que se
enamora locamente de Maxim de Winter, un terrateniente inglés con mucho dinero,
dueño y señor de una de las mansiones más famosas de la ficción de todos los
tiempos, Manderley. Tal vez el principio de la novela sea uno de los mejores de
todos los tiempos. ¿Quién no recuerda el fantástico...?
"Anoche soñé que había vuelto a Manderley. Me
encontraba ante la verja del parque, pero durante algunos momentos no pude
entrar. La puerta estaba cerrada con candado y cadena. Llamé en sueños al
guarda, pero nadie me contestó..."
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| Manderley |
La obra está narrada en primera persona por la protagonista,
la muchacha que se enamora de Maxim de Winter en Montecarlo durante unas
vacaciones y que se convierte en su segunda esposa. Porque Maxim ya había
estado casado antes, con la fascinante Rebecca. Una mujer fuerte,
bellísima, inteligente y de la que escuchamos hablar durante todo el libro. Una
de las cosas que más fascina de esta novela es que Rebecca, estando muerta, es la protagonista absoluta de la narración.
Queremos saber más de ella,
porque la protagonista, la segunda mujer de Maxim, está obsesionada con ella.
Si os adentráis en sus páginas y llegáis al final de este libro, quizás una de
las cosas más fascinantes es que NUNCA llegaréis a saber el nombre de la
protagonista. Y lo más impactante es que no te das cuenta, no eres consciente
de que no sabes el nombre de esa muchacha que va relatando su historia y no
necesitas saberlo porque ella es tan insignificante, tan poca cosa, que te da
igual, porque al fin y al cabo, la que importa es la fascinante Rebecca, la
primera esposa, la primera señora de Winter. (Cuidado con este enlace, spoilers de la historia)
Pero vamos al meollo de la relación. Durante la estancia en
Montecarlo de nuestra protagonista, una dama de compañía de una señora mayor,
entrometida y chismosa, se encuentran por casualidad con un apuesto viudo, el
señor de Winter. Maxim, ese es su nombre, es un soltero codiciado por su
riqueza y su posición social pero todo el mundo es consciente de que está destrozado
por haber perdido a esa maravillosa criatura que era su primera esposa, Rebecca.
Por casualidades de la vida, la protagonista y Maxim acaban compartiendo
veladas y excursiones en secreto, y cuando ella tiene que partir a América,
para acompañar a la señora de la que depende, Maxim decide proponerle
matrimonio.
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| Laurence Olivier y Joan Fontaine en la película |
Tras varias lecturas puedo afirmar que uno de los
principales problemas de esta nueva relación, de este segundo matrimonio es la
falta total de comunicación entre ambos. El segundo problema gravísimo reside
en la completa falta de autoestima de la protagonista, que se infravalora hasta
extremos inconcebibles, y la incapacidad de Maxim de mostrar el mínimo afecto
por su nueva esposa. Como vamos descubriendo a lo largo de la novela, ella se
tortura por no llegarle a Rebecca ni a la suela de los zapatos (según su visión)
mientras que su marido se muestra totalmente hermético e incapaz de decir una
palabra sobre su anterior relación.
Nuestra protagonista llega a Manderley, la intimidante mansión
de los de Winter, sin tener ni idea de cómo encargarse de gestionar la
propiedad ni los quehaceres diarios de la dueña de semejante caserón. Ella se
siente intimidada por todos, por su marido, por su nueva cuñada e incluso por
los criados. Esta percepción de no merecer ser amada ni tenida en consideración
se acentúa a causa del ama de llaves, que gobierna la casa, la también fascinante
señora Danvers, que conoció y crió a Rebecca, la primera señora De Winter, y que
conserva la casa como un mausoleo, un museo dedicado al recuerdo de la
inolvidable Rebecca. El carácter tímido y apocado de la protagonista se ve aún
más castigado cuando tiene que lidiar con la autoritaria señora Davers, que siente
auténtica devoción su primera ama, y por su marido, quien también parece vivir
de los recuerdos del pasado.
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| La terrible señora Danvers y la protagonista |
En definitiva, Rebecca es una novela que, aunque llevado al
extremo, nos muestra un problema muy actual: cómo convivir con el fantasma delas relaciones anteriores de nuestras parejas. El hermetismo que rodea a la
amada, a la primera esposa, a la anterior relación; la incapacidad de
comunicarse entre ellos y la negativa de él a hablar sobre el tema van creando
un muralla que cada vez les aleja más. No estoy diciendo que
tengamos que explicar con pelos y señales nuestras relaciones anteriores, pero
desde luego la negativa a hablar de ellas es mucho menos sana. Es una cuestión
que debería de tratarse con normalidad y esta normalización es la que permite
que sigamos adelante con esa nueva persona que amamos.
El otro aspecto que merece la pena comentar sobre esta
relación es cómo la protagonista depende totalmente de su pareja, no solo
económicamente y por su posición social, sino porque mendiga afecto, es incapaz
de valorarse a sí misma y no se siente merecedora de amor, de respeto, de ser
tratada como una igual. No quisiera dar lecciones sobre cómo deben de ser las
relaciones amorosas, pero desde luego, si eres incapaz de apreciarte a ti
misma, si ni siquiera tú sabes valorarte, es imposible que los demás lo hagan.
Creo que es una reflexión que muchas personas deberían hacerse. ¿Es tóxica mi
relación? Pregúntate esto: ¿te sientes valorada? ¿Crees que tu pareja te
respeta y te ama? Pero no como parte de la vida que compartís, sino como
individuo. Si la respuesta es no, tal vez deberías plantearte algunas cosas.
Una relación sana se basa en el respeto entre dos personas, dos personas que se
quieren pero que también se quieren y se respetan a sí mismas.
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| Maxim de Winter y su segunda esposa |
Si no te aprecias y te aceptas tal y como eres, si te
machacas tanto que te hundes como persona, si sientes que te falta autoestima
lo más probable es que no estés preparada o preparado para compartir tu vida
con una persona. Solo cuando nos aceptamos con nuestros defectos y nuestras
virtudes, cuando entendemos que podemos aportar mucho a otras personas, somos
capaces de mantener una relación sana en la que ninguna de las partes resulte
dañada. Si queréis ver un caso extremo, os recomiendo la lectura de Rebecca. Una
fascinante historia donde nada es lo que parece. Y no diré más, para no fastidiaros
la que para mí es una de las mejores novelas que he leído.



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